¿Y dónde se fue mi autoestima?

Si sientes que tu autoestima se perdió o nunca creíste haberla tenido, en este artículo te contaremos de qué está hecha y cómo puedes identificar sus puntos fuertes y débiles.

29 OCT 2021 · Lectura: min.
¿Y dónde se fue mi autoestima?

Creo que la mayoría de personas, al momento de escuchar la palabra autoestima, sienten una especie de sin sabor que recuerda las fotos de las redes sociales, con maravillosos filtros que corrigen ojeras y estragos de la vida nocturna; las visitas a la playa del vecino en sus vacaciones, los libros de autoayuda, las cremas antiarrugas y las fotos de portada de los 10 más ricos del mundo. Si la autoestima fuera representada por esta versión de la realidad, los centros de rehabilitación no estarían llenos de famosos de Hollywood, los ricos no se casarían mas de 4 veces en promedio y el vecino no estaría a punto de un colapso nervioso por pagar sus vacaciones a 32 cuotas con su tarjeta de crédito.

Lo cierto es que nos han vendido la idea de que la autoestima, o la valoración propia, es parte de un círculo de consumo de bienes y experiencias placenteras.

En esta nueva realidad digital, donde pides un producto, esperando que se materialice mágicamente sobre tu mesa en 10 minutos, no podríamos esperar menos que la satisfacción de nuestros deseos. El sexo, la comida, la adrenalina, la euforia y las muchas manifestaciones de exaltación de nuestro cerebro, generando estímulos sensoriales, se pueden ahora materializar a la velocidad de un click por segundo, tan mágicamente como lo hacía Aladdin con su genio de la botella.

A esto le podemos sumar que esta misma virtualidad nos permite tener varias vidas al mismo tiempo, pudiendo fingir tantos personajes como queramos. Como el jefe que es padre de familia y respetado representante de agremiaciones, mientras que en sus noches pasa el tiempo en chats de sexo casual; o como aquella chica que trabaja como camarera de día y en las noches graba sus programas como YouTuber de maquillaje. Ahora tenemos tiempo de ser quien queramos ser, pero entonces empezamos con la confusión. Antes tus padres te ponían en una escuela y debías estudiar en ella, debías inscribirte en un programa de estudios en la universidad que te diera distinción, como en algún momento lo pudo hacer tu padre, escogías una carrera afín a la de tus familiares porque así debía ser y tratabas de exaltar esa profesión con lo que socialmente era aceptado por los valores patrióticos. En esos tiempos el esfuerzo era lo que se premiaba, por lo que te reconocían y por lo que en algún momento te sentirías orgulloso. Así que la autoestima en esos tiempos, estaba asociada a tu valor productivo y a la contribución que hacías a la sociedad con tus conocimientos o actividades.

Luego se implantó la era de la información, la gestión de pedidos por internet, se empezó a construir la identidad virtual de las personas y las empresas, y al final terminamos encerrados en una pantalla de celular, que todo el tiempo nos inunda de imágenes, publicidad y valores superficiales, que nos repite que debemos ser felices, autosuperados personalmente y exitosos. Estamos en la era de los valores efímeros y de la autoestima de la euforia. Ya la autoestima, el valor propio, no se mide a través de valores sociales como el patriotismo, la familiaridad o el valor del servicio a la sociedad, se mide con la cantidad de euforia que eres capaz de producir en tu día a día, es decir, esta unida a la moral del no-sufrimiento.

Luis Hornstein lo expresa muy bien al hablar de los nuevos sufrimientos, explicando que la moral y la felicidad, antes eran enemigos irreductibles y ahora se han fusionado; lo que actualmente resulta inmoral es no ser feliz. Hemos pasado de una civilización del deber, a una cultura de los placeres. Allí donde se sacralizaba la abnegación, tenemos ahora la evasión; donde se privilegiaba la privacidad, tenemos la violencia mediática y la frivolidad. La dictadura de la euforia sumerge en la vergüenza a los que sufren. Se insiste en que "tener onda" es ser chispeantes, divertidos. No sólo la felicidad constituye, junto con el mercado de la espiritualidad, una de las mayores industrias de la época, sino que es también el nuevo orden moral.

Pero entonces, ¿qué es eso de la autoestima?

Pues empezaremos por decir que la autoestima es una medida de nuestro yo actual, con nuestro yo del futuro y del pasado. ¿Si pudieras viajar en el tiempo y hacerle una advertencia a tu yo del futuro o del pasado, qué le dirías?

El Yo, entre el pasado y el futuro

Cada vez que hablamos de la autoestima, es difícil no equiparar esta categoría a nuestros sentimientos, las expectativas propias y las expectativas de los demás. Es por ello que al hablar de autoestima, siempre tendremos que referirnos a lo que familiarmente conocemos a cerca de las categorías de ser amado, ser exitoso, ser apreciado o cualquier otra categoría que intervenga en la evaluación de una persona, para que ésta pueda llamarse a sí misma "valiosa".

A pesar de que, actualmente, el psicoanálisis desmiente la categoría de autoestima dentro de su teoría del inconsciente o su teoría de la personalidad. Se debe recordar que la teoría freudiana siempre habló de varios elementos fundamentales acerca de lo que parece ser una teorización de la autoestima y sus partes, no como una categoría de autoayuda perteneciente a la psicología del yo, sino más bien un derivado del narcisismo.

Freud designa la palabra alemana "Selbstgefühl" a esta categoría, que traducido al español podría ser "ideal del yo".

Pero ¿qué es eso del Narcisismo?

Freud, en su construcción de la teoría psicoanalítica, toma prestadas muchas historias de la mitología griega, así como muchas de las personas que también teorizaban sobre los fenómenos psíquicos antes que el. Una de las grandes historias es la de Narciso.

Narciso fue hijo de un Dios y una Ninfa Acuática. Su belleza despertaba la admiración de hombres y mujeres, y su arrogancia era tal que ignoraba los encantos de los demás. Una ninfa llamada Eco, se enamoró de él, pero Narciso la rechazó porque no llenaba sus expectativas, así como el resto de sus pretendientes. Fue tal la tristeza de la ninfa que su cuerpo se marchitó y sus huesos se convirtieron en piedra. Sólo su voz permaneció intacta.

Después de tantos desprecios y corazones rotos, una de las ofendidas deseó que Narciso sólo pudiera amarse a sí mismo. El deseo se cumplió cuando un día de verano, Narciso se asomó junto a un lago de superficie cristalina que proyectaba su propia imagen, donde quedó, allí, fascinado por lo que vio, al extremo de dejar de comer y dormir por el sufrimiento de no poder ver de nuevo su rostro en el estanque. Obsesionado consigo mismo, Narciso enloqueció hasta tal punto, que la propia Eco se entristeció al imitar sus lamentos. El joven murió con el corazón roto e incluso, en el reino de los muertos, siguió hechizado por su propia imagen, a la que admiraba en las negras aguas de la laguna Estigia.

Según Alice Miller (1994) la leyenda de Narciso describe la tragedia de la pérdida del Yo, del llamado trastorno narcisista. El Narciso que se refleja en el agua está enamorado de su hermoso rostro. Narciso es engañado por su imagen especular, en la medida en que solo refleja su parte perfecta y extraordinaria, mas no las otras partes. Su parte posterior y su sombra, por ejemplo, le quedan ocultas, no pertenecen a su amada imagen especular, son excluidas de ella. Narciso no quería ser nada más que el joven hermoso y negaba su verdadero Yo. Quería fusionarse con la bella imagen. Y esto lo condujo a la autoentrega, a la muerte, o bien –en la versión de Ovidio– a la metamorfosis en flor.

Mas allá de lo teatral o de lo trágico que parezca el relato de Narciso, éste le permitió al psicoanálisis desarrollar varios conceptos interesantes sobre nuestra construcción de la personalidad.

El primero es la creación de una imagen propia en torno a nuestro reflejo de los otros. Somos una colcha de retazos donde los otros, los que nos rodean en nuestra infancia, van aportando cada uno su pedazo. Nuestros padres nos ponen un nombre, los tíos nos empiezan a poner características y en medio de sus conversaciones dicen cosas como "que ojos tan lindos", "se parece mucho al papá" y otras sentencias que nos van repitiendo, cuando apenas estamos adoptando un lenguaje. Nuestros primeros 5 años de vida vamos absorbiendo todos esos comentarios, actitudes, formas de interactuar y vamos desarrollando algunas respuestas frente a las demandas de los otros. Es por ello que, para el psicoanálisis, es tan importante la infancia y los sucesos que se dan en los primeros años de vida, ya que estos constituyen los cimientos de nuestra realidad personal, social y emocional.

En ese proceso de construcción, todos tenemos alguien que nos está mirando, nos está nombrando o nos está marcando a través del lenguaje, a través de sus conversaciones o sus interacciones. Pero no sólo está sucediendo esto, ya que ese que interactúa con nosotros también está esperando algo a cambio, tiene unas expectativas que nos exigen "ser" alguien particular en el mundo. A esas expectativas de los otros, a las cuales tenemos que responder, nos marca una pauta, un ideal de persona en el mundo y a esto el psicoanálisis lo llamo "el Ideal del Yo".

¿A quién en su infancia no le dijeron que se parecía a la mamá, que tenía el genio del papá o que era el llorón de la casa? Todo eso que nos dicen cuando somos pequeños nos va formando una imagen de nosotros mismos. Somos el reflejo de aquellas cosas que constantemente los demás nos repiten, acerca de quiénes somos, cómo nos comportamos y cómo deberíamos sentirnos con ello.

En este caso el mercado Ideal del Yo, como lo describe Freud en su obra Sobre Introducción al Narcisismo, es un ideal por el cual mide su yo actual. Es como si El Niño no quisiera renunciar a su mundo perfecto de la infancia y lo sustituyera por el súper héroe en el que quisiera convertirse. Es por ello que muchos de nosotros en nuestra niñez queríamos ser astronautas, policías, bomberos u otro personaje idealizado por sus características superiores.

Mientras que el yo se pregunta ¿quién soy? El Ideal del Yo siempre plantea la pregunta de ¿quién quiero llegar a ser? Y a partir de estas preguntas, el yo y su versión ideal mejorada, se distancian y forman un vacío. Esta distancia nos llena de insatisfacción, porque ese ideal plantea un yo sin faltas, lleno, completo. No es extraño entonces que los cuentos de hadas hagan mucho énfasis en los finales felices, donde siempre repiten "fueron felices y comieron perdices por siempre". La publicidad también ha utilizado este tipo de truco durante muchos años, haciéndonos creer que la solución de este dilema esta en el exterior. Así, una loción, se convierte en una pócima para volverte más atractivo, un colegio costoso, te convierte en mejor estudiante o un puesto gerencial, te convierte en un gran ciudadano.

Todas estas son las contradicciones del Ideal del Yo, ya que éste, se construye como una imagen para agradar a nuestra familia, sociedad o cultura, en la cual muchos quedan atrapados, tratando de merecer el amor del otro a través del agrado que merece el personaje, en detrimento de nuestro yo verdadero.

La crisis de los 40, los 20 o el paso de la niñez a la adolescencia son difíciles de transitar, ya que es la confrontación constante entre quién soy en realidad y quién quieren que sea los que me aman, nuestra sociedad o nuestra cultura. Es así como el sujeto en cuestión tratará de parecer el hombre o la mujer que exigen los requerimientos de su tiempo, en contra de sus deseos infantiles y primigenios.

Después de que Freud hace referencia a este Ideal del Yo, habla en su texto El Malestar de la Cultura sobre el Súper Yo. Para entenderlo de forma práctica, el Súper Yo es como la voz de la conciencia, que todo el tiempo nos indica cuáles son las cosas que están bien hechas, cuáles no y cómo debería ser el mundo; es nuestro guía moral y nuestro juez. Entonces, el Ideal del Yo y el Súper Yo se complementan, ya que el Ideal del Yo nos indica las características que necesitamos para ser la persona en la que queremos convertirnos y el Súper Yo, nos indica si meceremos ser aplaudidos por nuestros logros o si, por el contrario, debemos ser castigados, por no conseguir todavía ser dicha persona.

La estafa del éxito personal

Todo esto me recuerda los viejos modelos de enseñanza donde el niño, queriendo ir a jugar con sus amigos, está recibiendo lecciones de piano y cada vez que se equivoca, recibe un golpe con una regla por parte del profesor. En este caso, el Ideal del Yo, no se remite a ser un niño como los demás, sino en convertirse en un gran músico. El profesor, en calidad de autoridad en el tema, determina si la ejecución del niño es buena y le da el permiso de salir de clase temprano. Si, en cambio, ésta es reprochable, le castigará.

Michael Jackson, uno de los grandes músicos que tuvimos en los últimos tiempos, resultó sufriendo una historia parecida a ésta. Su padre, un trabajador de la industria de la metalurgia y aficionado a la música, tuvo 9 hijos, de los cuales Michael fue el 7º. La afición de este padre por la música, hizo que quisiera inculcarle a sus hijos el amor por el baile, el canto y la interpretación musical. El padre los educó en las diferentes artes para que formaran un grupo musical que se llamaba Los Hermanos Jackson. Para ese entonces, Michael tenía solo 4 años y no podía hacer parte de la banda, aunque unos años más tarde, su padre lo empezó a incluir en algunos shows y de ahí en adelante hizo parte de la banda de musica infantil Jackson 5, con los cuales ganaron grandes concursos y realizaron varias giras por todo Estados Unidos.

Pero todo en esta historia no era éxito. Michael Jackson tuvo una relación sumamente difícil con su padre Joe. El padre reconoció en el año 2003 que periódicamente azotaba a Michael cuando era niño. Incluso Michael Jackson confesó que fue abusado física y emocionalmente durante los ensayos incesantes a los que era sometido por su padre. Sin embargo, reconoce que en cierta forma gracias a los desgastadores ensayos a los que era sometido por parte de su padre y una estricta disciplina por parte de éste, se construyó en gran medida su abrupto y descomunal éxito artístico. "Te hacía pedazos si te equivocabas en la coreografía. Así que no sólo estábamos practicando, estábamos nerviosos ensayando porque se sentaba en una silla con el cinturón en las manos, y si no lo hacías bien, te hacía pedazos", declaró la estrella para el documental Viviendo con Michael Jackson, de Granada Television, realizado por el periodista británico Martin Bashir.

En febrero de 1993, Oprah y Michael Jackson se sentaron para una conversación franca sobre su carrera y su vida personal. La entrevista fue transmitida y vista por 90 millones de personas. Al comienzo de la entrevista, Michael habló sobre no haber tenido una infancia "normal". Reveló que se sentía muy triste de ver a los niños jugando en el parque, frente al estudio, mientras él y sus hermanos tenían que trabajar. Explica que ése es el origen de su aprecio por las cosas infantiles que nunca disfrutó. Joe Jackson, su padre, a menudo se refería a su hijo con el sobrenombre de "nariz grande". El insulto era tan terrible para Michael que, ya con fama y dinero, realizó una serie de intervenciones quirúrgicas, impulsadas por los constantes ataques de ansiedad que le ocasionaba su autoimagen. Llegó a un punto tan extremo que tuvo que usar una prótesis para encubrir los daños ocasionados por las constantes cirugías plásticas. En una búsqueda interminable de la "apariencia perfecta", Michael cambió mucho, pero aún así, nunca parecía estar satisfecho: "Trato de no mirarme en el espejo. Nunca estoy feliz con lo que veo", fueron sus declaraciones.

En el caso de Michael Jackson, un Ideal del Yo construido a través de un padre omnipotente, castigador y punitivo, lo formó para ser el mejor bailarín y cantante de todos los tiempos. También hizo que creara un personaje exitoso dentro del escenario, y es por ello que constantemente declaraba en sus entrevistas que dentro del escenario se sentía mejor que en cualquier otro lugar. Pero a la vez, esas mismas actitudes del padre que ayudaron a convertirlo en estrella, más tarde en su vida, lo obligarían a consumir toneladas de fármacos para controlar los dolores corporales ocasionados por el desgaste de las interminables giras y grabaciones, su insomnio, sus ataques de ansiedad, su incapacidad de socializar con los adultos o su autoimagen distorsionada por las constantes burlas del padre; todas estas características que el Super Yo le reforzaba constantemente a través de su diálogo interno, copiando las frases de su padre o asumiendo sus posturas de castigo, al enfrentarse en cualquier momento a la incapacidad de ser perfecto en el escenario.

Este caso no solo nos ayuda a entender cómo el Ideal del Yo y el Súper Yo están constantemente obligándonos a reforzar una imagen ideal impuesta por las personas a nuestro alrededor, sino que también nos habla de la peor asociación que nos vendieron los medios de comunicación masivos y se trata de la ecuación Exito + Fama = Auto Estima Alta.

La autoestima como proceso y no como producto

Cuántos de nosotros nos hemos dicho en nuestros diálogos internos "cuando tenga la casa que sueño, todo será perfecto", "cuando esa chica sea mi novia, todo cambiará", "cuando esté viajando por todo el mundo, seré mas feliz que nunca". Puede que sí, que en el momento en el que tengamos la casa, el carro, la pareja o la experiencia que tanto soñamos algo cambie, pero ese cambio no será como imaginariamente lo pensamos.

Lamento decepcionarte, pero los cambios mágicos no existen, o al menos no en nuestra realidad psicologica. Existen en los cuentos de hadas, cuando llega el príncipe azul y rescata la princesa para casarse con ella y tener felicidad eterna, o en la publicidad de los agentes turísticos donde te venden paquetes de viaje a una selva, donde no existen los mosquitos, el calor húmedo o las temporadas de lluvia torrencial. Todas estas historias han hecho que confundamos autoestima con logros. Una cosa es estudiar para obtener el cartón de profesional y otra muy distinta es graduarte y darte cuenta de que esa carrera no te gustaba. Es allí donde lo Ideal y el Deseo del Yo se chocan y terminan lacerando nuestro valor individual o personal.

Ha sido parte de nuestra educación y nuestra cultura darle valor a los productos en los que nos convertimos cuando llegamos a esos logros. Ser profesional, tener un automóvil, una casa, una buena pareja, ser gracioso en las fiestas y tener actitudes de confianza, son las imágenes que nos invaden en las redes sociales cuando las revisamos diariamente. Lo peor, es que todo el sistema de consumo actual está planteado para que creamos que si llegamos a desarrollar todos esos logros, nunca habrá mas dificultades, los problemas se acabarán, seremos "felices para siempre". Pero lo que pasa cuando no lo conseguimos es desastroso, plantea el hecho de que hemos fracasado como seres humanos, personas, familiares o pareja, dejándonos en el vacío existencial y al margen del deseo de los otros, excluidos de su amor y aceptación.

Pero volvamos a nuestra pregunta, ¿si pudieras viajar en el tiempo y hacerle una advertencia a tu yo del futuro o del pasado, qué le dirías?

Pues la respuesta de muchos de mis pacientes (y muchas de las mías y mis conocidos) va dirigida a dos cosas específicas.

  1. La primera, es evitar el dolor de eventos pasados asociados a su historia, es decir, a lo que creen que los marcó profundamente y que no pudieron controlar.
  2. La segunda, tiene que ver con su visión de lo que no han alcanzado a "hacer" ni a "ser" como persona, entonces se presenta una especie de frustración por no poder convertirse en esa imagen del Ideal del Yo. En esta especie de limbo, las personas permanecen casi a la deriva, muchas de ellas culpándose por lo que no pudieron cambiar de su pasado y por lo que todavía no logran ser idealmente para ellos y la sociedad. En resumen, es una lista de chequeo donde revisamos que hemos logrado y en que hemos fallado.

Pero en estas palabras o cuestionamientos hay una trampa casi inevitable y es el hecho de que equiparemos nuestra autoestima o nuestro valor personal, a la consecución de una imagen de nuestra infancia y nuestra adultez. La primera de ellas, la imagen de la Familia Perfecta y Feliz, esa que tanto nos han vendido en la publicidad de los cereales al desayuno y los refrescos instantáneos, que representa nuestra historia primitiva, nuestros cimientos y que le da significado a lo que llamamos "Amor". Y la segunda, El Adulto Exitoso y Protector, ese que sale en la publicidad de las inmobiliarias disfrutando del atardecer en su nuevo apartamento, o ese que recorre el mundo hostil en su moto de alto cilindraje, ese que identificamos con el superhéroe social y que representa nuestra versión mejorada.

Estos estados casi publicitarios del ser, en realidad son una fantasía de completúd del Yo y no dan un acercamiento a lo que en realidad es construirse a uno mismo. Es aquí donde nos encontramos otra pregunta mucho más importante

¿si pudieras cambiar algo de tu pasado o de tu futuro, podrías controlar las consecuencias de eso que has cambiado?

Con esta última pregunta quiero introducir un concepto maravilloso que termina con esta discusión y es el concepto de proceso. El proceso podría definirse como un conjunto o encadenamiento de fenómenos, asociados al ser humano o a la naturaleza, que se desarrollan en un periodo finito o infinito y cuyas fases sucesivas suelen conducir hacia un fin específico. En este sentido, llegar a ser ese Ideal del Yo, se convierte en un conjunto de actos que nos llevan a un fin, pero cuya consecuencia final no termina en un solo producto, sino en multitud de acciones que nos llevan a la consecución de más objetivos.

Este concepto de proceso, nos indica que no hay que esperar a cumplir con un estado ideal para estar a la altura del Ideal del Yo, sino que permite que las acciones permanentes que estamos realizando para conseguir esa imagen, sean las importantes y nos den garantía de que exista algo valioso en nuestra tarea cotidiana. Si pudieras cambiar el pasado o el futuro, no tendrías la mas mínima idea del cambio que eso produciría en tu actualidad, por lo que en ningún caso garantizarías que esos cambios te llevaran a cumplir con tus objetivos actuales. Ser amado, reconocido por tus logros como profesional, buen estudiante, buen amigo, no se consigue manipulando las acciones que hiciste en un tiempo específico de tu vida, se consiguen cometiendo errores y tomado acciones correctivas para ir fortaleciendo tu confianza en lo que haces, piensas o deseas.

Entonces, si quieres tener una autoestima real, lo que tendrás que empezar a hacer es empezar a fortalecer tu vínculo con el proceso y sus eternas fases. Un ejemplo práctico, es el estudiante que disfruta del contenido de su carrera, le encanta escuchar a los profesores apasionados por los temas de la clase y disfruta haciendo los trabajos que le asignan. Este estudiante, a pesar de que no tiene las notas mas altas del curso o que no es el más destacado, tendrá mejores resultados en su profesión, ya que su motivación no está adherida a su diploma o sus notas, sino a su interés y pasión por los temas y su desarrollo. Y aunque nuestra sociedad hipócritamente ha adoptado mediocres con título, otorgándoles grandes puestos de trabajo por sus contactos sociales o familiares, imagina cómo será la autoestima de aquel que se gana el puesto por sus influencias y no por su pasión por los temas que atañen a su profesión.

La vergüenza, el demonio del criterio social

Entonces, haciendo énfasis en que lo importante es enfocarse en el proceso, independiente del producto, sin esperar resultados mágicos, pues entonces tendremos otro pequeño problema para nuestra autoestima y es la eterna pregunta de ¿cómo sé si esto es correcto o incorrecto?

Nuestro amigo, el Súper Yo, siempre va a tener estándares más altos, más ideales, o dicho de otra forma, más irreales, lo que termina siempre en un decepcionante círculo vicioso, donde al conseguir cada vez más cosas y metas, más vacío se siente. El Súper Yo es el eterno insatisfecho y tratara de aminorar nuestros logros pequeños, aquellos que tienen que ver con el proceso y no con la meta realizada, buscando con ello alejarnos del Ideal del Yo. En dicho propósito este juez en el que se convierte, busca siempre voces amigas en el exterior, que compartan su forma de ver el mundo y de juzgarte por no haber cumplido tus propósitos.

La vergüenza es el nuevo Apocalipsis social

Luis Hornstein refiere la vergüenza como "un revoltijo de rabia, culpa, amor, odio, ira, agresividad, miedo. Un conglomerado de emociones, afectos, sensaciones. Afecta la subjetividad, las creencias y los valores. Puede predominar la vergüenza corporal, la sexual, la intelectual o la familiar. La vergüenza es índice del deseo de pertenecer a un grupo y no ser reconocido por él."

Y es sencillo entender que salirse de la manada, del grupo protector, es causa de angustia y sin sabor para cualquiera de nosotros. Pero mas allá de eso, lo importante de la vergüenza es recordarle al sujeto que hay normas y valores de los cuales no puede salirse y que si lo hace esto pone en riesgo su vínculo con la comunidad protectora, quedando humillado, investido con la vergüenza de ser el traidor, el desleal o la oveja negra del rebaño. La vergüenza se alimenta de la indefensión y dependencia del entorno, propias de la infancia y de nuestra construcción de categorías como la familia, el amor, la lealtad y la protección, deformadas muchas veces por ambientes familiares, donde las necesidades de amor y protección no han sido adecuadamente satisfechas o sociedades que castigan la individualidad y la reducen a través de mecanismos de control social, diseñados para reproducir ciertos roles a favor del sistema político, monetario o ideológico.

Tal es el caso de los "Hikikomori" en Japón. Así le llaman a las personas que se autoaíslan en sus apartamentos y viven allí solas, algunos durante años y cuya única ventana a la realidad son las redes sociales, los vídeo juegos y las plataformas de domicilios de comida. El término Hikikomori se refiere tanto a la condición como a quienes la padecen y fue acuñado por el psicólogo japonés Tamaki Saito en su libro "Aislamiento social: una interminable adolescencia" (1998). Allí, Saito, nos habla del caso de uno de los chicos entrevistados en una de sus investigaciones:

"Tomoki, de 29 años, dejó su trabajo en 2015. Me cuenta que estaba decidido a volver al trabajo y visitar a menudo a sus compañeros. También asistía a un grupo religioso casi a diario, pero el líder del grupo comenzó a criticar públicamente su actitud e incapacidad para volver al trabajo. Cuando dejó de ir a esas sesiones religiosas, el líder le llamó varias veces por semana. Esa presión, combinada con la de su familia, terminaron empujándole a un aislamiento completo…"Me culpé a mi mismo", explica. "No quería ver a nadie, no quería salir al exterior"."

Y a pesar de que los expertos no tienen una sola explicación para este fenómeno de aislamiento voluntario, sí concuerdan con que una de las causas más nombradas es el "Sekentei", que se traduciría como "la reputación de la persona en la comunidad y la presión que él o ella siente para impresionar a otros". Mientras más tiempo pasa un Hikikomori aislado de la sociedad, más consciente está de su fracaso social. Ellos pierden cualquier autoestima y confianza que hayan tenido, y la perspectiva de dejar la casa se convierte en algo aún más aterrador.

En un mundo donde las exigencias son cada vez más absurdas y cumplir con el imperativo social, está tan alejado de las aspiraciones de la persona "común", la mejor forma de enfrentar este monstruo ha sido la retirada del sujeto de la mirada y el concepto de los otros, lejos de sus presiones o su confrontación con respecto a las capacidades de "ser" lo que quieren que seamos, cumpliendo el ideal del yo por encima de cualquier otra cosa.

Los Hikikomori son entonces, un espejo de lo que sucede en algunos trastornos del estado de ánimo y de la percepción de la imagen corporal. La depresión, la ansiedad, los ataques de pánico, la anorexia o la bulimia, hasta el trastorno bipolar, recuerdan los intentos de la persona de aislarse, disociarse de su propio espacio, separándose de la voz de los otros y creando su propia realidad sin interferencias del ambiente, como lo hace Narciso, viéndose solamente a él reflejado en el estanque, recreando sólo su perfección, sin la interrupción de las demandas de otros.

El criterio personal es nuestra mejor herramienta

A pesar de que durante todo el texto he echo mucho énfasis en los dramas del inconsciente del sujeto y las demandas sociales, cada vez más desfasadas de la realidad, todas esas cosas nos están pasando a todos nosotros, en cada una de las épocas de nuestra vida y en muchas de nuestras áreas personales y sociales; pero lo más importante aquí es que, revisando estas situaciones, puedas identificarlas y preguntarte ¿cuál es en realidad tu deseo, tu propósito o tu verdadera forma de ser, es decir, tu verdadero criterio de vida?

Y es que el gran problema de nuestra realidad psicológica, siempre ronda en esos temas, y al final, cualquier trastorno psicológico y físico, producidos por temas emocionales, son producto de la incapacidad que tiene la persona de ser flexible frente a situaciones estresantes en su ambiente, a los cambios o a situaciones adversas de su vida.

La inflexibilidad se convierte entonces en un impedimento al deseo, una negación de nuestras capacidades o habilidades. Al pensar en esto, se debería plantear si lo que en realidad estamos haciendo es repetir esa caricatura que nos vendieron acerca de nuestras capacidades y nuestra forma de ser, o si estamos abogando por nuestro verdadero deseo.

Si lo que haces es repetir una y otra vez la imagen que construiste a través de los comentarios, deseos y voces de los otros, lo que se debe realizar es una evaluación, sobre lo que ya no quieres repetir de la historia familiar, cuáles de esos pensamientos o ideales de vida quieres trasformar, para no caer en la repetición de patrones que te encadenan a una realidad que en muchos casos ya es irrelevante generacionalmente o en tu contexto actual.

Esto debería formar una idea al rededor de cuatro cosas

  • ¿Quién quiero ser?
  • ¿Para qué soy bueno?
  • ¿Qué es lo que me gusta? (áreas de desarrollo) versus
  • ¿Quién me enseñaron a ser? (Área de comparación).

El quiero ser depende de mi Ideal del Yo, de la idea que tengo de ser una persona representativa para la sociedad y para mí mismo. Para qué soy bueno, se refiere a las habilidades que he desarrollado en tal o cual actividad, que me permiten conseguir dinero, tener reconocimiento o sentirme productivo. Y lo que me gusta, hace parte de lo que en mi historia siempre, magnéticamente, me ha atraído o me ha producido placer, inquietud o emoción. La otra parte tiene que ver con quién me han enseñado a ser, el cual se convierte en mi forma de comparación, en mi medida de avance o retroceso.

Estos tres aspectos, cuando están equilibrados, forman un criterio cohesionado, permitiendo a la persona moverse con facilidad, ya que ninguno de estos está confrontándose entre sí, ni generando disonancia. Es cuando estos criterios no están en sintonía, que empiezan nuestros pensamientos y emociones a confrontar nuestros actos.

La idea es que puedas empezar a evaluar estos aspectos y junto con ellos, evaluar la cohesión que posiblemente tenga tu identidad con tus deseos y habilidades. Es así como se consigue ser coherente en un plan de vida, permitiendo que las disonancias entre las áreas se reduzcan y con ellas las presiones emocionales y psicológicas que puedan estar alterando tu salud psicologica o física.

Bibliografía

- Hornstein, Luis. DESAFIOS DEL PSICOANALISIS:LOS SUFRIMIENTOS ACTUALES. Tomado de : http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/44880/Documento_completo.pdf?sequence=1

-Lerner, Hugo, De la autoestima al malestar en la cultura y la identidad – Entrevista a Hugo Lerner. Tomado de : https://deinconscientes.com/de-la-autoestima-al-malestar-en-la-cultura-y-la-identidad-entrevista-a-hugo-lerner/

- Freud, Sigmund. El Yo y el Ello. (1923). Obras Completas: Tomo XIX. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1979.

- Freud, Sigmund. Introducción al Narcisismos. (1914). Obras Completas: Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1979.

- Freud, Sigmund. El Malestar en la Cultura. (1930). Obras Completas: Tomo XXI.

Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1979. P.137

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Escrito por

Andrés Morales Angel

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Comentarios 1
  • Maria Isabel Orozco Henao

    Wow. Me impactó todo lo que leí. Hace mucho una lectura no me cautivaba tanto. ¡Muchas gracias!

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