Pautas para arreglar los problemas de pareja
La agresividad en una pelea de pareja puede generar serios problemas en la convivencia. Aquí tienes algunos consejos prácticos para enfrentar los conflictos con cabeza fría.
En el día a día de la pareja y, a medida que pasa más tiempo en la relación, es normal que se generen problemas de convivencia, discusiones y peleas. Somos seres humanos y nos equivocamos; pasamos por diferentes estados de ánimo; queremos que nuestra pareja entienda rápidamente lo que sentimos y no somos conscientes de que esa persona, a lo mejor, también está pasando por una situación difícil o tiene algo qué decirnos y no se atreve.
La ira no es buena consejera
La rabia nunca es la mejor aliada y menos, en una pelea de pareja. Desahogarnos con ira, en un primer impulso, puede ser una forma de sentirnos aliviados, pero a la larga socavará la relación porque estaremos generando grietas en la convivencia, difíciles de cicatrizar.
¿Cuál es la solución entonces? hay que poner en práctica ciertos comportamientos de sentido común y cabeza fría que nos ayudarán a encauzar nuestra irritación o molestia, sin llegar a insultar o agredir (ni física ni verbalmente).
A continuación encontrarás algunas recomendaciones útiles para enfrentar tus conflictos de pareja de manera eficaz.
1. Principio de parsimonia
También conocido como Navaja de Ockham, este es un principio filosófico y metodológico que puede aplicarse a cualquier problema en la vida. Según el fraile franciscano, Guillermo de Ockham (1280-1349):
"en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable".
¿Para qué desgastarnos imaginando situaciones complicadas, cuando intentamos descifrar el comportamiento "raro" de nuestra pareja? A lo mejor sí se le olvidó llamarte porque tenía muchas ocupaciones o no había cobertura. No intentes comprobar teorías increíbles sin pruebas.
2. ¿Qué es realmente lo que te tiene con rabia?
A lo mejor no es su respuesta ni su comportamiento en un momento preciso del día. Puede ser que tu rabia tenga una explicación más profunda y se relacione con problemas personales en el trabajo o con tu familia o quizás, un tema no resuelto con tu pareja. La tensión puede aumentar por pretextos cotidianos, pero lo que verdaderamente te molesta lo debes plantear en un momento oportuno, en el que los dos se puedan sentar a hablar.
3. Hablar y dejar hablar
Es importante escuchar. Siempre y en cualquier situación. Puede que nuestro argumento nos parezca muy válido pero en una relación de pareja hay dos personas y el otro también tiene derecho a hablar y a ser escuchado. En ese momento álgido de la discusión también es válido contar hasta diez, callarse la boca y escuchar al otro para avanzar en la conversación sin agredir ni salir agredido.
4. ¿Queremos hacer sentir mal al otro?
En ocasiones nuestro argumento no es tan racional como pensamos. Antes de exponerlo debemos reflexionar si nuestra intención es dejar clara nuestra opinión o humillar al otro por algo que nos molesta de su comportamiento. Si la respuesta va encaminada a destacar algún punto que no nos gusta de nuestra pareja, debemos encontrar el momento oportuno para expresarlo y encontrar las palabras adecuadas.
5. No dejar pasar mucho tiempo
Una lección básica que aprendemos cuando tenemos niños o mascotas es llamarles la atención justo en el momento en el que han quebrantado una norma o han hecho alguna cosa que nos molesta. Pues bien, con los adultos sucede algo similar: ¿qué sentido tiene iniciar una discusión un mes después de que ocurrió algo que nos molestó? A la otra persona, a lo mejor, se le ha olvidado o definitivamente no entiende por qué aquella situación puede ser tan trascendente. Lo mejor es encontrar un momento oportuno que podamos relacionar rápidamente con lo ocurrido, pero sin la tensión propia que produce la rabia. Tranquilizarnos, ver la situación en su justa medida y explicar lo que sentimos es un ejercicio sano, que podemos aplicar sin prevenciones.
6. Dar y recibir
Antes de pedir a nuestra pareja que cambie algo que no nos guste, pensemos si nosotros también tenemos defectos que a la otra persona le desagran. Es decir, si queremos que el otro cambie, nosotros también debemos estar dispuestos a cambiar.
7. Empatía
Ponerse en el lugar del otro es un ejercicio muy útil en las relaciones de pareja. A veces somos injustos cuando juzgamos el comportamiento ajeno, porque no ponemos en la balanza su situación particular. Adivinar qué siente el otro es prácticamente imposible (y para ello es indispensable hablar), pero comprender cuál es su ritmo de vida cotidiano, qué le preocupa o cómo se está enfrentando a ciertas situaciones tensas, puede ayudarnos a entender sus reacciones y comportamientos. Tampoco se trata de pasarnos la vida justificando a nuestra pareja, porque habrá momentos en que definitivamente debemos expresar nuestro enojo, pero sí conviene ponerse en su lugar en ciertas situaciones.
Si sientes que necesitas ayuda externa, no dudes en acudir a Terapia de pareja.
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