Las redes sociales pueden ser útiles o nefastas

En la actualidad, los psicólogos encuentran cuadros de ansiedad o desórdenes alimenticios por la obsesión con las redes sociales. ¿Vale la pena entregarnos a ellas sin condición?

3 NOV 2016 · Lectura: min.
¿Qué tanto permitimos que nuestra vida cotidiana dependa de su publicación en redes sociales? ¿Qué tanto nos importan las opiniones de personas que ni siquiera conocemos?

El psicólogo David Londoño nos explica en este artículo que la influencia de Internet en nuestra vida cotidiana está alterando la forma en que nos relacionamos con los demás y en ocasiones, tergiversa la misma realidad: podemos estar en contacto con personas que no son de verdad o nos obsesionamos con la perfección en las imágenes que queremos transmitir de nuestras vidas.

Mucho se ha hablado en los últimos años sobre los problemas que pueden traer las redes sociales como la pérdida de privacidad, el robo de imágenes, la facilidad para ser engañados, los accidentes e incluso, la posibilidad de que las personas lleguen a ser antisociales. Es innegable el auge e importancia que ha tomado en los últimos años la tecnología y mucho más Internet en la vida cotidiana: lo tenemos presente en el trabajo, las reuniones sociales, las amistades y las relaciones afectivas.

Entre las dificultades y problemas más señalados y documentados en las redes sociales están los engaños y la adicción. El primero se refiere al hecho de recibir o tener información de otra persona (ya sea extraña o conocida). Sobre el segundo se enmarca en el hecho de no poder vivir sin la necesidad imperante de tener que comunicar a viva voz todo lo que hacemos en el día por medio de estas formas de comunicación.

Internet y especialmente las redes sociales son herramientas que carecen de normatividad, porque prácticamente todo está permitido y es fácil hacerse pasar por alguien diferente para emitir abusos cotidianos como insultar a una persona, burlarse de una fotografía o un vídeo. Las redes sociales son el terreno fértil para este tipo de comportamientos que, difícilmente, se darían o se tolerarían fuera del anonimato online.

Internet es ese mundo en el cual la gente se puede permitir tener vidas perfectas, publicar fotos de sus vacaciones, dinero, lujos, compras, parejas, etc. En caso de no tenerlo es posible simplemente inventar: ser otra persona, retocar fotografías, exagerar o mentir. Es como pensar un mundo paralelo en el no hay problemas, o mejor aún, podemos ignorar los problemas; un mundo en el que mucha gente se puede permitir tener la vida perfecta y obtener la aprobación de los demás. En otras palabras, despertar desde admiración hasta envidia.

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Es en esta aprobación externa donde radica la particularidad de las redes sociales: la gente hace lo que sea para ganar aplausos. Desde mentir y engañar hasta dejar por completo al descubierto su vida privada revelando viajes, amigos, hábitos sexuales o intimidad.

Se trata de dos tipos de conductas que producen dos tipos de consecuencias: la primera provoca engaño que puede llegar a herir los sentimientos de otras personas (casos de quienes se llegan a enamorar de gente que a veces ni siquiera existe) y la segunda, ocasiona la pérdida irrefrenable de la identidad. En la actualidad son muchas las personas que desarrollan problemas emocionales de tipo ansioso, depresivo o desórdenes alimenticios como consecuencia de las críticas, a veces mordaces, que se reciben en Internet. Hay una obsesión por huir de los cuerpos poco bellos, de las personas con poco dinero y de las fotos susceptibles de burla. Esto sin contar con que podemos caer en la infamia o la calumnia contra cualquier persona por apoyar una fotografía con descripción falsa.

Seguramente el problema no está en Internet o las redes sociales como tal; de hecho suelen ser una herramienta útil al momento de recuperar antiguas relaciones, encontrar personas o facilitar comunicaciones en el entorno académico El alcance de Internet es posiblemente ilimitado y sus peligros son los que nosotros permitamos que tenga.

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Es decir, ¿qué tanto permitimos que nuestra vida cotidiana dependa de su publicación en redes sociales? ¿Qué tanto nos importan las opiniones de personas que ni siquiera conocemos? ¿Qué tanto confiamos en personas que nunca hemos visto y se comunican por nosotros a través de redes sociales? y ¿Qué tanto se sacrifica de la vida y los placeres cotidianos por mantener una vida que muchas veces no es la nuestra, en un esfuerzo por ocultar las cosas malas y sólo comunicar las buenas?

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Escrito por

Ps. David G. Londoño V.

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