El secreto de las emociones
Aunque el auge del racionalismo ha traído grandes avances para la humanidad, entró en conflicto con la otra gran fuerza de lo humano: las emociones. Vamos a adentrarnos en el misterio.
El siglo de la razón, la edad de las luces, el triunfo de la ciencia sobre el misticismo… Todo lo que pondera el pensamiento positivista o científico ha traído grandes avances para la humanidad, pero, en muchos casos, nos ha arrastrado a una extraña forma de "emociofobia" o un tremendo desagrado por las emociones, o las mal llamadas emociones negativas: miedo, tristeza, rabia o cualquiera de sus derivados.
Lo curioso es que dichas emociones podrían tener la misma connotación que tuvo el petróleo antes de descubrirse su potencial como combustible. Inicialmente la gente no entendía qué era ni para qué servía, tenia usos alternativos pero aislados como impermeabilizante o bien para uso combustible, pero no refinado. Parecía algo sin sentido, incluso los primeros europeos que lo encontraron en América llegaron a considerarlo infernal.
Fue solo hasta finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX que se empezó a usar con todo su poder y se volvió vital al relacionarlo con los automóviles. De igual forma, nuestras emociones son un secreto oculto esperando poder ser usadas con todo su potencial, pues ellas pueden movilizar todo nuestro ser hacia lo más valioso.
Para asimilarlo tenemos que entender varios de los elementos que contraen las emociones. Es decir: lo biológico, lo psicológico y lo espiritual. Según lo sabemos en nuestra propia experiencia las emociones no se trata solo de algo nominal. En realidad, lo sentimos en la piel, en nuestro cuerpo, altera nuestra respiración e incluso nuestro ritmo cardiaco; esto es lo que consideraríamos lo biológico, esto resulta de la activación compleja del sistema nervioso y es un proceso en el que no interfiere la razón. No pensamos en ponernos rabiosos o en estar tristes, solo ocurre y pareciera arrastrarnos sin más a comportamientos en los que muchas veces no nos reconocemos, y terminamos haciendo o diciendo cosas que no diríamos estando en estados "normales". Este comportamiento a veces "irracionalmente" destructivo es en parte responsable de la mala fama de las emociones.
Pero lo que moviliza nuestras emociones y la forma en que las manejamos esto se relaciona con el otro componente, es decir lo psicológico. Lo habremos experimentado, una sala de cine llena de personas relativamente parecidas en las que las reacciones emocionales son diferentes: algunos lloran sonoramente, otros solo se conmueven, hay quienes lloran a escondidas y otros no entienden el llanto de los demás. Aunque todos tenemos el mismo sistema nervioso la activación del mismo depende de nuestra singularidad, de lo aprendido, de lo vivido, de lo que significado y de lo significante. Esto es otro de los ejes de la censura de las emociones, como cada quien siente con formulas diferentes, las reacciones de los demás se nos pueden antojar "irracionales" pues no nos identificamos con aquellas reacciones y nos parecen desmesuradas o bien demasiado comedidas. Olvidamos que nadie puede sentir como nosotros y nos cuesta ponernos en los zapatos de los demás.
Lo anterior se complica aun más si tenemos en cuenta el otro elemento de las emociones: la espiritualidad. No entendida como algo religioso sino como aquello trascendente, aquello que se relaciona con nuestra mejor versión, con nuestro potencial, con lo valioso. Las emociones, en este nivel nos señalan aquello que es valioso, aquello que tiene sentido existencial. Es decir, sentimos, nos involucramos y reaccionamos ante lo que nos importa y es significativo. No nos entristecemos porque si, nos entristecemos porque perdemos algo que es valioso y debemos hacer el duelo por ello para honrarlo y llenar el vacío. Por otro lado, sentimos miedo cuando algo que valoramos esta en riesgo y necesitamos movilizarnos para protegerlo. Y no menos importante, nos enojamos cuando algo que es valioso para nosotros esta siendo atacado y debemos defenderlo. La tristeza nos permite reflexionar, el miedo proteger y la rabia defender. La activación corporal, si lo pensamos, se correlaciona con esto: la tristeza nos hace detenernos, el miedo huir, la rabia atacar.
Esto por supuesto no justifica los excesos que van contra la vida o contra sentido, pues dado que son señalización de sentido no pueden ir contra la vida y/o hacer daño. El perjuicio emerge, generalmente, de no dar cauce a la emoción. Sea porque reprimimos lo que sentimos, sea porque lo ignoramos o sea porque no regulamos la salida. Así los excesos, sea la depresión, la ansiedad o la ira, ya no son algo relacionado con lo valioso, pues en general destruyen lo valioso o son el resultado de negar lo valioso. Si no nos hacemos cargo de lo valioso y de la emoción terminaremos cayendo en el sinsentido, pues el combustible que nos encamina hacia el sentido de la vida son las emociones.
Dicho así, reconocemos que un combustible muy poderoso, sin él nos varamos, en demasía puede inundar el motor y con exceso de chispa quemar o explotar. De ahí que sea necesario gestionarlas bien, entendiéndolas, afrontándolas y permitiéndonoslas de manera asertiva...
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