El depresivo, un personaje en busca de refugio

Si crees que la depresión es una enfermedad, pues este artículo te hará dudar sobre tus conocimientos.

24 AGO 2021 · Lectura: min.
El depresivo, un personaje en busca de refugio

Desde que comencé a ejercer como psicólogo clínico he sentido mucha curiosidad por la depresión, supongo que es debido a que en algún momento tuve que padecerla, al igual que parte de mi familia, muchos de los cuales culminaron su intento de dar fin a su vida para quitarse tal maldición de encima.

Pero la experiencia en el diván atendiendo este tipo de problemática me ayudó a entender que no solo es una enfermedad como muchas otras, sino que es más bien un personaje, cosa que parece muy extraña pero que tiene una buena explicación.

Para que puedas entender de forma más adecuada vamos a comenzar por definir lo que clínicamente ha sido la depresión para la ciencia médica, psiquiátrica y psicológica.

La depresión como representación de un desequilibrio biológico

Para la medicina, el trastorno depresivo, muchas veces no está precedido por un acontecimiento adverso único. En sus distintas formas, es un estado patológico en el que se pierde la satisfacción de vivir (anhedonia), la capacidad de actuar (inhibición) y las expectativas de recuperar el bienestar (desesperanza). Presenta una constelación típica de síntomas, que perfilan un síndrome clínico bien definido y que tienden a emerger simultáneamente y no siempre asociados a algún tipo de evento traumático. A menudo se omite en la evaluación clínica la presencia de los síntomas cognitivos (desconcentración, trastornos de la memoria de corto plazo, sensación de confusión, dificultad para tomar decisiones simples, etc.), que no pocas veces comandan la evolución del cuadro depresivo. En su diagnóstico se utilizan diferentes signos de alarma como la pérdida de interés o de la capacidad para experimentar placer (anhedonia), la disminución de la capacidad para sentir placer en todas o casi todas las actividades, insomnio, fatiga, cansancio extremo, sentimientos de inutilidad, entre otros.

En síntesis, para la medicina, la depresión es un conjunto de situaciones que le impiden a la persona seguir su vida normal y que se centra en emociones negativas, la falta de energía y la incapacidad de desear. A esto la medicina y su hermano pequeño la psiquiatría le da muchas causas, entre ellas la más aceptada se encuentra en los desequilibrios de la producción de hormonas necesarias para generar estados de felicidad, tranquilidad o equilibrio hemostático y otros derivados de otras enfermedades, consecuencias de traumas en la historia de la persona o sus habilidades para solucionar los conflictos.

En todo caso para dicha rama siempre existirá un desequilibrio en esta fábrica de químicos, que ocasionan estados de ánimo "incorrectos", los cuales siempre habrá que restablecer con fármacos.

Existe otra mirada acerca del asunto y en este caso hablaremos de un primo no deseado de la psiquiatría, llamado el psicoanálisis. Cuando Freud en su intento de dar solución a los problemas de depresión de sus pacientes o de la propia depresión que sufría desde muy pequeño, en sus inicios empezó a experimentar con derivados de la cocaína, ¡sí! la famosa cocaína que ahora es un problema de salud pública en muchos países. Este compuesto que en su momento era una medicina, le permitía a los pacientes sentir la euforia que no podrían sentir en su vida cotidiana por sus problemas depresivos. El gran problema surgió cuando Freud y sus compañeros de clínica se dieron cuenta de que el efecto de dicha sustancia era muy efímero y no proporcionaba cambios a largo plazo, o en la forma en la que el paciente se relacionaba con su entorno o sus pensamientos. Más adelante esta sustancia fue prohibida por ser una sustancia altamente adictiva y eso empeoraba la situación emocional de los pacientes.

Freud muy frustrado por su avance médico con los pacientes, se dio cuenta en medio de la construcción de su teoría (que en realidad más que teoría es un método) que lo importante no era el desbalance químico que surgía después de los episodios de depresión, sino cómo el paciente interpretaba su realidad a la luz de sus creencias, sus traumas y el contenido que habían reprimido en esos momentos de tensión emocional.

Mientras iba encontrando mejores argumentos para su método, Freud formuló lo que parece ser su teoría de la personalidad, argumentando que la estructura de los sujetos esta formada de tres elementos, el yo, el super yo y el ello.

Yo, Superyó, Ello

El Ello es el componente innato de los individuos, las personas nacen con él. Consiste en los deseos, voluntades e instintos principalmente originados por el placer. A partir del Ello se desarrollan las otras partes que componen la personalidad humana: Yo y Superyó. Digamos que es un personaje que representa nuestra forma más salvaje, las necesidades básicas y simples de cualquier animal puestas en nuestro cerebro, nuestros instintos y nuestros deseos más oscuros.

El Yo surge a partir de la interacción del ser humano con su realidad, adecuando sus instintos primitivos (el Ello) con el ambiente en que vive. El Yo es el mecanismo responsable por el equilibrio de la psique, buscando regular los impulsos del Ello, al mismo tiempo que intenta satisfacerlos de modo menos inmediato y más realista. Gracias al Yo la persona logra mantener la cordura de su personalidad. El Yo comienza a desarrollarse ya en los primeros años de vida del individuo. Si pudiéramos sintetizarlo en una sola descripción, diríamos que el Yo son todas esas características que tienes desde que eres pequeño, como ser creativo, solitario, refunfuñón, hablador, amiguero u otros, por los que siempre te has caracterizado.

El Superyó se desarrolla a partir del Yo y consiste en la representación de los ideales y valores morales y culturales del individuo. El Superyó actúa como un "consejero" para el Yo, alertándolo sobre lo que es o no moralmente aceptado, de acuerdo con los principios que fueron absorbidos por la persona a lo largo de su vida. Es como la voz interior que te dice que algo que vas a hacer esta mal, la voz de la consciencia. El Superyó es también un arma de doble filo, ya que, al ser la versión moral del mundo y de nosotros mismos, cuando ha sido inculcado por los padres del sujeto a partir de castigos, represión o malos tratos, el Superyó asume esa misma posición, creando un Superyó parecido a un juez interno, que todo el tiempo quiere castigar a la persona en sus intentos de hacer las cosas de manera flexible y natural.

Estas tres esferas serán fundamentales para entender que, todos construimos una imagen, parecida a un personaje, que nos permite interactuar con el mundo exterior y con nuestro mundo interior y que esos personajes refuerzan partes de nuestro sistema psíquico, dándole relevancia a nuestro Ello, nuestro Yo o nuestro Superyó.

El depresivo como figura mítica

Carl Gustav Jung, un buen amigo de Freud en sus primeros descubrimientos de la teoría del inconsciente, también quiso dar su aporte a ésta partiendo de la premisa de que el inconsciente no es solo individual, sino que también tiene un lado social, representado por las figuras de los mitos, los personajes históricos y las escenas teatrales y artísticas, que una y otra vez repiten personajes con características muy parecidas a través de los distintos siglos, contextos y culturas. A estos personajes Jung les llamó arquetipos.

Arquetipos

Estos arquetipos son la forma que adoptan algunas experiencias y recuerdos de nuestros primeros antepasados, representado por personajes míticos, protagonistas de historias folclóricas o personajes de pinturas o cuadros. Esto implica que no nos desarrollamos de manera aislada al resto de la sociedad, sino que el contexto cultural nos influye en lo más íntimo, transmitiéndonos esquemas de pensamiento y de experimentación de la realidad que son heredados.

Los arquetipos de Jung son, de alguna forma, patrones de imágenes y símbolos recurrentes que aparecen bajo diferentes formas en todas las culturas y que tienen una vertiente que se hereda de generación en generación. Un arquetipo es una pieza que da forma a una parte de este inconsciente colectivo que es parcialmente heredado.

Por definición, dice Jung, estas imágenes son universales y pueden ser reconocidas tanto en manifestaciones culturales de distintas sociedades como en el habla, el comportamiento de las personas y, por supuesto, en sus sueños. Esto significa que pueden localizarse y aislarse en todo tipo de productos del ser humano, ya que la cultura afecta a todo lo que hacemos incluso sin darnos cuenta. Entre los arquetipos Jung nombra al padre, la madre, la persona, el héroe, el sabio y el anima/animus, entre otros. Pero siguiendo con la idea de que este contenido es una especie de personaje, que se repite en la historia y que es casi universal podríamos decir que las descripciones de algunas patologías pueden ser personajes en sí mismos.

La depresión como personaje

La depresión, así como cualquier otro trastorno, no solo es definida por unas características médicas y nosológicas, ya que estos descubrimientos son relativamente nuevos en nuestro sistema de conocimientos. La depresión históricamente es vista más como un personaje con características particulares. Entre estos personajes encontramos en la historia a los poetas, pintores, escritores, científicos, algunos reyes y mártires como parte fundamental de lo que puede significar ser depresivo, sentirse deprimido o sufrir de depresión.

Pero en este punto debo hacer una aclaración. No es solo la depresión quien se comporta como un personaje en la historia, sino cualquier otra patología, anomalía o comportamiento, que en su repetición constante genere una incapacidad del individuo de dar respuestas adecuadas a nuevos retos o simplemente de su incapacidad de adaptarse a nuevas circunstancias, generando esto diferentes grados de desadapatación.

Continuando con la depresión como excusa para este escrito y hecha la aclaración anterior, nos damos cuenta de que al buscar en la historia sobre la depresión, encontraremos que recurrentemente se describen como personas solitarias, incomprendidas por otros, que han sido aisladas por sus ideas en contra de la lógica establecida o con una especie de habilidad para sentir "más" de lo normal. Y no es extraño que la persona que ha sufrido depresión se identifique con alguno de estos personajes, no en vano mi madre que también ha sido presa de este mal viaje, como pintora se haya visto tan atraída por Van Gogh quien la ha inspirado en su técnica y su forma de hacer pinturas al óleo. Así otros se identificarán con Edgar Alan Poe, Dostoevsky, Jesucristo o Mahatma Gandhi, quienes representan la carga emocional, los comportamientos o los ideales de la experiencia depresiva.

El Incomprendido, el Mártir, el Enamorado sin remedio

Dentro de mi experiencia con las personas que llegan al consultorio con cuadros clínicos de depresión, he podido identificar que estos poseen una tendencia a identificarse con descripciones de sí mismos que expresen su incomprensión, su sufrimiento interno y su incapacidad de reaccionar a ciertas dificultades personales o sociales. Estas identificaciones se parecen a los arquetipos de Jung, ya que son personajes que se repiten en todas las culturas, las leyendas y los cuentos de hadas, tan universales hoy como lo fueron hace 1000 años. Estos tres personajes, el incomprendido, el mártir y el enamorado sin remedio, son la síntesis de cómo la persona se narra así misma en su historia de vida, en su relación con los demás y en su forma de tomar desiciones.

El incomprendido

Es aquella persona que a través de sus sentimientos, sus conocimientos o sus comportamientos parece siempre estar errado. Aquel que siente que todo lo que hace está mal hecho o está diseñado para fracasar. Los pintores, músicos y escritores han sido muy buenos para describir este tipo de situaciones, así que volvamos al caso de Van Gogh.

Van Gogh fue uno de los grandes pintores de la historia y toda una revolución para la pintura. Algunos críticos lo describen como un genio de la pintura, mientras que otros argumentan que cambio las reglas y el entendimiento de la composición y el color. Lo cierto es que en vida Van Gogh solo vendió un cuadro, "El Viñedo Rojo de Arles" y se lo compró otra artista llamada Anna Boch, por la grata insistencia de la esposa de su hermano menor Theo, quien era la persona que lo mantenía económica y emocionalmente.

Van Gogh vivió sus últimos años en el cuarto de una posada, donde tenía episodios terribles de depresión y ataques epilépticos que le provocaban cada día mas ansiedad y temor. Todas estas dificultades llevaron a que el pintor tomara la decisión de quitarse la vida (o aparentemente así lo describen sus biografías) lo que para sus conocidos fue una terrible noticia. Tiempo después de muerto su fama creció rápidamente, gracias a la promoción de la esposa de Theo, quien a pesar de no tener una buena relación con Vincent, resultó ser la única heredera de toda su obra tras el fallecimiento de su esposo, ocurrido poco después de la del pintor.

El incomprendido cree ser distinto a los demás seres humanos y por lo tanto nadie puede comprenderlos ni amarlos lo suficiente. Suelen pensar que poseen talentos únicos, dones especiales, fuera de serie, pero también que tienen desventajas o defectos únicos. Si bien es cierto que suelen sentirse diferentes de los demás, en realidad no desean estar solos. Es posible que en reuniones sociales se sientan incómodos o tímidos, pero desean intensamente conectar con personas que los comprendan, a ellos y a sus sentimientos. Ansían que llegue alguien en su vida que valore su yo secreto, el que han sustentado y ocultado del mundo. Si pasa el tiempo y esa validación continúa inalcanzable, la persona comienza a construirse una identidad en torno a lo distinta que es de los demás. Esa persona distinta, por lo tanto, se consuela, convirtiéndose en porfiada individualista, quien solo encuentra satisfacción haciéndolo todo sola, a su manera, según sus normas o condiciones, como en algún momento lo hizo Van Gogh con sus trabajos, sus relaciones sociales o su sexualidad.

Es característico del incomprendido tener una imagen propia negativa y una autoestima baja. Y tratan de compensarlo cultivando un Yo de fantasía, una imagen idealizada que construyen ante todo en su imaginación.

El Mártir

Los mártires también son una buena muestra de la simbología romántica de la depresión. Después de derribar las torres gemelas, los investigadores del FBI recolectaron varias de las cartas dejadas por los terroristas que hicieron el atentado, donde revela un gravísimo elemento Psicológico en todos ellos: no estamos en presencia de suicidas, sino de mártires.

El suicida es una persona derrotada, incapaz de percibir una salida racional a la angustia que lo destroza. El suicida sufre mucho y por eso toma la decisión de morir. Es una víctima de la depresión. El mártir, en cambio, es una persona feliz que solo le encuentra su sentido pleno a la vida mediante el sacrificio. Para los mártires, la muerte no es un final sino un punto de partida. Es por ello que muchas de las depresiones se esconden en hábitos contrarios que no parecieran tal cosa, como los compradores compulsivos, los apostadores de casino o los consumidores de drogas psicoactivas, todos ellos personas "felices" que esconden sus deficiencias detrás de actividades socialmente aceptadas.

San Juan De la Cruz, uno de los grandes mártires de la religión cristiana, reconoció que el camino para alcanzar el más alto grado de purificación espiritual era a través de lo que llamó "la noche oscura del alma", que consiste en una crisis espiritual, una desolación extrema que contrapone al creyente con el Dios de su esperanza.

San Juan nos recuerda que la expresión de un verdadero mártir esta asociada a su sufrimiento, y que su ganancia es el reconocimiento de que sin este sufrimiento no se puede avanzar hacia un verdadero conocimiento de sí mismo y del mundo. Aunque es el sufrimiento la característica de la cual huye el depresivo, su personaje de mártir quiere reconocimiento por dichos sufrimientos, con los cuales trata de esconder su incapacidad, haciéndole saber a otros cuán ultrajado ha sido por las adversidades de la vida, cuán especiales los hace esto y cuánto merecen ser castigadas las personas por ser tan malvadas con él.

Otro de los grandes mártires, que no se reconoce como tal en ningún lado, es el de Drácula, el personaje vampiro de Bram Stoker, quien en su terrible soledad, su incomprensión por parte de los otros y su imposibilidad de socializar normalmente con los humanos, decide convertirse en redentor de su raza, tratando de convertir a todos los humanos en vampiros para que entiendan su incomprendida forma y aprecien sus dones únicos a través del sacrificio de su vida.

El mártir se caracteriza, no solo por sus sentimientos de extrañeza, sino que también tienen un lado que quiere ayudar a la humanidad, transformarla a través de una nueva versión de sí misma. Esto los convierte en seres auténticamente serviciales con los demás, o al menos tratan de parecerlo. También quieren caracterizarse por ser generosos y se desviven por los demás, los hace pensar que su forma de ser es la más preciosa y la que tiene más sentido. El cariño e interés que sienten y el verdadero bien que hacen, les alegra el corazón y hace que se sientan valiosas. Los mártires están muy interesados en lo que ellos consideran las cosas realmente buenas de la vida: el amor, la intimidad y la comunicación, la generosidad, la familia y la amistad.

Estas características no son malas para nada, pero cuando la persona intenta esconder la depresión en su personaje de mártir, se convierte en su lado feo del Yo, entonces son orgullosas, fantasiosas, tienden a meterse demasiado en la vida de los demás y de manipular las personas para satisfacer sus necesidades emocionales. El problema de este mártir, es que pone los deseos de los demás primero, reprimiendo los suyos propios, lo que produce una rabia y un resentimiento secretos, que constantemente se esfuerzan por reprimir y negar. De todos modos, finalmente esos sentimientos harán erupción de diversas maneras, lo cual afectará negativamente en las relaciones y revelará la falsedad de muchas de sus afirmaciones sobre sí mismos y sobre la profundidad de su amor.

El enamorado sin remedio

Si hay algo que se repita constantemente en la literatura, la pintura, los cuentos de hadas, las fábulas y en general en cualquier relato de nuestra cultura, es el personaje del enamorado sin remedio. Este personaje de tenelovela, es el principal culpable de que el amor esté siempre asociado (en casi todas las culturas) a la tristeza, la desesperanza y la frustración.

Cuando hablamos de este personaje se me dificulta mucho no pensar en el zorrillo enamoradizo de los Looney Toons, Pepe le Pew, que en su búsqueda del amor forzado todo el tiempo estaba fastidiando chicas, espantándolas con su olor a encanto y sus ramos de flores. Sus historias suelen involucrar a Pepe en la búsqueda de una gata de color negro, Penélope Pussycat, de la cual se siente atraído y a quien Pepe erróneamente confunde con una hembra de su misma especie. Penélope frenéticamente intenta alejarse de él a causa de su olor, mientras que Pepe la sigue a un ritmo pausado. El error del protagonista se debe a que, al comenzar cada capítulo, ella recurrentemente y de manera accidental queda pintada con una franja blanca sobre su pelaje negro, lo que le da la apariencia similar al de una hembra de zorrillo. Pepe se caracteriza por ser galante, poético e insistente. Tiene un muy fuerte acento francés y a menudo usa palabras francesas, o que simulan serlo, cuando habla.

Este personaje no solo recuerda que el enamorado quiere a toda costa ser el objeto de deseo de alguien más, sino que también quiere ser admirado, tenido en cuenta o incluido dentro de las historias de los demás. El problema de este personaje es que su actitud forzada lo lleva irremediablemente a encontrarse con lo que más miedo le da, el rechazo.

Y es que si hablamos de la depresión y sus sentimientos, uno de los más presentes es el miedo al rechazo. La persona con depresión no quiere ser mirada como un bicho raro, como una amenaza o como alguien despreciable. Este personaje le permite entonces esconder sus sentimientos de inferioridad, disfrazándose de encantador Casanova o de Barbie seductora, para reforzar su valor ante los demás, y para que estos no se den cuenta de cuán débiles, sin valor o inservibles creen ser.

Pero este personaje no es funcional en el largo plazo, ya que al mínimo atisbo de rechazo, el personaje huye desesperadamente, creyendo que su amor no ha sido valorado por la otra persona, lo que al final ocasiona que de nuevo comience su búsqueda frenética de amor en otra parte. Esto lo convierte en una historia de repetidos fracasos emocionales, donde el sujeto queda cada vez más desprovisto de defensas contra los nuevos rechazos, inundado de sentimientos de frustración y con una versión del amor enfermo, castrador y destructivo.

En todo caso, el sujeto que esconde su depresión detrás de este personaje del enamorado sin remedio, tiende a centrar su desarrollo personal, emocional y social en la persona enamorada, es como si estuviera esperando que la otra persona se hiciera cargo de su avance en la vida. En este sentido, el marketing ha ayudado mucho para apoyar este sentimiento, bombardeando esa idea del amor con la imagen del éxito, a través de la idea de que la vida "comienza" cuando tienes la persona perfecta, con la casa perfecta y la vista perfecta. Por lo tanto si estas características no existen, ni tampoco estas con el enamorado , la persona se desmorona, la ansiedad y las dudas lo invaden y se reactiva su miedo básico de ¡Estoy solo! ¿Qué puedo hacer ahora?

La persona más allá de su personaje

Cuando se habla de los personajes normalmente se entendería que son estos la persona misma, y que más allá de ellos no quedaría sino un cascarón vacío. Como cuando una persona dice "este soy yo y no puedo cambiar" y en consecuencia si le quitamos eso que él cree que es, más allá no habrá nada ni nadie. Lo cierto es que estos personajes no nacieron como parte de una personalidad real, sino como parte de una armadura, creada para defender a la persona de diferentes situaciones que pudieron provocarle difíciles heridas emocionales, o sufrimientos por la falta de cuidados vitales como la comida o la protección.

Estos personajes creados para defender, son como atuendos, disfraces o máscara, programadas para activarse cada vez que la persona interpreta que en su realidad pueden volver a suceder todas esas dificultades emocionales que en algún momento vivió. Pero estos personajes no son programados por nadie, son inconscientes y se activan automáticamente en el momento en el que sienten que la persona esta en situación de peligro o desventaja.

Una de las grandes dificultades que debemos enfrentar cuando nacemos, es la de depender de nuestros padres o cuidadores para poder sobrevivir al frío, el hambre o los depredadores. En ese proceso empezamos a entender que si somos atendidos inmediatamente en el momento en el que lloramos, para expresar nuestra molestia por alguna de estas necesidades insatisfechas, creceremos con la sensación de acompañamiento y protección que nos permite estar tranquilos con nuestro cuidador en el momento en el que éste llega. En el caso contrario están los bebés que lloraban y nunca nadie se acercaba a satisfacer sus necesidades, o cuando los cuidadores lo hacían el bebé rechazaba la ayuda y nunca se calmaba. Estos últimos según Bowlby, tienen una predisposición a sufrir de depresión y otros trastornos del afecto, asociados a su estilo de apego emocional.

Como este personaje es parte de las defensas del sujeto, lo que hará constantemente es reforzar las partes de la personalidad que le permitan expresarse como lo exige el personaje. Para ser más pedagógico lo explicaré con el siguiente ejemplo.

Un ejemplo de personaje

Digamos que en la primaria de tu colegio algún día te invitaron a ser parte de una obra de teatro. En estas obras generalmente nadie quiere ser una zanahoria, un árbol o un arbusto, sino que todos quieren ser el protagonista o al menos el personaje secundario, que acompaña al héroe de la historia en sus hazañas para salvar la princesa, el castillo y la población. Si en esta obra te tocó ser el mártir, el incomprendido o el romántico sin remedio y esto en su momento te ayudó a generar confianza con el publico, con tus amigos o con los profesores, el personaje impactará mucho en tu vida y querrás seguir actuando como este tipo de personajes. Es por ello, que no es raro encontrar actores que toda su vida hagan los mismos papeles una y otra vez en diferentes películas.

Te gustó tanto el personaje que empezaste a hacerlo una y otra vez en la vida cotidiana, con tus amigos, familiares, profesores y conocidos. En este momento no es que hayas dejado de ser tú, sino que estás interpretando un personaje que te permite solucionar situaciones de tu vida infantil de forma segura y sin perder la empatía de las personas que te rodean. El problema comienza cuando este personaje quiere abarcar más espacio en tu vida, entrometiéndose en tus desiciones, emociones, ideales de vida o relaciones. Es allí donde el personaje deja de ser una defensa y empieza a ser parte de tu vida cotidiana, de tu personalidad.

Como este papel teatral nació en tu infancia y fue creado para solucionar situaciones de tu vida infantil, con el tiempo el personaje va perdiendo su protagonismo, ya que al crecer, la vida se va volviendo más compleja y los retos que de pequeños solíamos tener se convierten en situaciones mucho más simples y sin importancia. Es por ello que el personaje se instala en el inconsciente y empieza a obrar desde las sombras. Impulsado por el miedo de la persona a la repetición de situaciones difíciles en la infancia, éste va buscando situaciones similares y contextos parecidos a las dificultades infantiles, para no perder vigencia y seguir dandole solución a estos problemas, sin la dificultad de tener que reestructurar el personaje o conseguir uno nuevo.

Es por ello que la repetición de patrones, situaciones y personas se instala en nuestras vidas. Es como si el personaje todo el tiempo estuviese buscando actuar en las mismas películas, tratando de no perder su utilidad como defensa frente a la amenaza de repetir los patrones de abandono, sufrimiento o violencia de nuestra histórica infancia.

Imagínate al actor de Terminator, Arnold Schwarzenegger, en el papel protagónico de un escritor inspirado en el ballet, un cantante de country o un exitoso corredor de bolsa. La verdad es que todos esperaríamos que este personaje actúe en una película donde lo mínimo que se muestre, es una escena donde Arnold le pega una cachetada a alguien. A pesar de que Arnold si ha actuado en otras películas con diferentes papeles protagónicos, siempre lo hemos recordado por sus actuaciones épicas en películas de acción, donde manda la violencia y los efectos especiales. Muy parecido es este personaje que adoptamos cada uno de nosotros, para enfrentar nuestras carencias primigenias de afecto y protección.

Cuando en consulta me preguntan ¿por qué siempre me encuentro con el mismo tipo de hombre? o ¿por qué siempre me encuentro con personas que me rechazan? Lo que parece más obvio, es que el personaje ya ha tomado el control del sujeto y lo ha encausado en una búsqueda interminable de películas en las cuales pueda demostrar sus habilidades como protagonista.

El proceso de desligarse del personaje

Si el personaje no soy yo ¿Entonces quién soy? Pues esa es una pregunta fundamental dentro del proceso de la construcción personal, cultural y global. Todas las culturas de alguna u otra forma, para darle sentido a sus individuos, han planteado la pregunta sobre cuál es la función de este individuo en la sociedad. En el sistema educativo lo plantean como un deber formativo y ético, entonces aprendes que ser buen estudiante, aplicado y con buen comportamiento te lleva al reconocimiento social. En la familia, dependiendo de que valores predominen en su núcleo, te dirán que debes ser tal o cual persona, parecida al hijo del vecino, que tiene éxito social y personal. Y así en cada capa de la vida y su extensión social te vas moldeando según lo que te han enseñado sobre qué es ser una persona apreciada. Y es extraño porque no para todas las familias y los sectores sociales, el éxito personal se consigue de la misma forma.

Cuando trabajaba en proyectos sociales para el Gobierno Colombiano, tuve una experiencia muy contraria a lo que parecieran los estándares sociales acerca de este tema. El objetivo de este programa era desarrollar estrategias de intervención en los barrios vulnerables, a través de los jóvenes líderes, entregándoles un apoyo económico para que pudieran dejar sus actividades (muchas de ellas delictivas) y se dedicaran al desarrollo de su comunidad, solucionando problemas que afectaran su seguridad o la integridad de sus habitantes. Dentro de este programa teníamos ya un recorrido interesante y tratábamos de integrar regionalmente a otros jóvenes líderes que ya hacían procesos de acompañamiento, invitándolos a los barrios nuevos a formar a los otros jóvenes en artes plásticas, musica, danza y otras actividades culturales propias de las regiones.

En uno de estos barrios teníamos un joven muy respetado por la comunidad, porque era el que manejaba el expendio de drogas del lugar. Al iniciar el proyecto siempre tuvo desconfianza por parte de los jóvenes que llegaban al barrio, pero poco a poco fue mostrando su apoyo a estos grupos que cuidaban de su hermano menor, les brindaba algunos espacios del sector que comúnmente solo eran dedicados a la venta de estupefacientes y ofrecía protección a los funcionarios del proyecto en su asistencia a las actividades. Después de un tiempo empezó a involucrarse más y conoció la pintura y el arte del grafiti. Desde ese momento dijo que no quería seguir expendiendo drogas y se dedicó enteramente al proyecto, delegando a su hermano menor el manejo del negocio familiar.

Al cabo de un tiempo, tuvimos problemas de financiación con el proyecto por demoras jurídicas en el desembolso de los recursos y nos quedamos sin dinero para seguirle pagando a los chicos por su labor. Nuestro joven muy aturdido por la situación fue a contarle a su madre y su esposa, con la cual tenía un hijo de 4 meses, les comentó que no habría con qué pagar los gustos a los que estaban acostumbrados en casa porque debían esperar el pago. La madre inundada de ira le lanzó un cenicero a la cabeza y lo echó de la casa, diciéndole que era una vergüenza para la familia, porque ella necesitaba un ladrón en la familia y no un recreacionista.

Así como le sucedió a nuestro joven héroe de barrio, nuestros personajes están hechos de la voz de nuestros padres, nuestros maestros, nuestras instituciones y nuestras creencias culturales, aunque nuestro verdadero ser también. Pero aquí queda en el aire la misma pregunta, entonces ¿si no soy el personaje, quién soy?

Pues es por ello que la historia del chico tiene un componente fundamental y es el encuentro con el arte. El chico después de conocer el arte no quería hacer otra cosa, no quería ser un hampón, ni un vendedor de droga y menos un matón. Pasaba horas y horas enteras tratando de diseñar un mural para la escuela de su barrio, pintando, consiguiendo quien lo ayudara a llevar los tarros de pintura y a lavar las brochas. Cada vez que le hablaban de pintura él se elevaba del piso y no pensaba en nada más. Pero su personaje de mártir familiar, creado por las voces de su infancia, aprovechó el primer momento de dificultad para volver recargado, con más furia acumulada y con un reclamo fundamental sobre su verdadera razón de ser "un gran ladrón".

En este caso nunca hubo un proceso que le ayudara a desligarse de su mártir familiar, sin embargo hubo un encuentro fundamental con lo que el sentía propio pero nunca había reconocido, sus deseos de ser artista. Este deseo fundamental, que nadie le impuso, que nadie le dijo que debía ser, es la expresión fallida en el personaje que le enseñaron a ser desde el seno materno. Para ser más claro, es aquello que negaba su naturaleza familiar, pero que también lo liberaba de la carga de ser un simple ladrón para convertirse en alguien que quería el reconocimiento de su comunidad, por acciones más constructivas que no le condujeran a balaceras, a los velorios de sus amigos o a la cárcel. Muy inconscientemente el joven buscó una salida al eterno flagelo que suponía ser el súper héroe materno.

En terapia el proceso es distinto

En el proceso de construcción histórica los personajes se van construyendo con la persona, tratando de definir sus características, ¿cuándo estos se activan? ¿qué es lo que piden a las personas que los rodean y cuál es su deseo más inmediato? Aunque lo verdaderamente liberador no es solo reconocer a los personajes. Lo que en realidad funciona es descubrirlos en la vida cotidiana, haciendo reclamos, manipulando a las personas alrededor y demandando atención, para que el personaje siga siendo protagonista dentro de la vida cotidiana de la persona.

La única forma de descubrir estos personajes no solo es la terapia. La literatura, el cine, el arte, el teatro, la meditación, el cambio de hábitos y todo aquello que nos ayuda a reinterpretarnos en nuestra historia, servirá para descubrir esos personajes y saber cuáles son las características que todo el tiempo nos exigen expresar.

Pero aunque parezca odioso, si queremos hacerle una autopsia profunda a estos personajes, creo que la ayuda profesional siempre será la más útil, ya que es ésta la que nos permite descubrir lo que se repite en nuestra historia, los puntos ciegos que tenemos frente a ésta y la expresión inconsistente del personaje en lo cotidiano.

Reconocer el personaje es solo el paso inicial, ya que ésta es la capa visible de nuestras defensas infantiles. No solo necesitamos saber quién es y reconocerlo, también debemos saber cuáles son las experiencias de las que está hecho, sus pensamientos automáticos, las fantasías de las cuales se alimentan y las interacciones que tienen con las personas que nos rodean. Después tendremos que desmontar estos personajes de a poco y empezar a crear unos nuevos, que sean más adecuados a las exigencias de nuestros nuevos problemas, nuestros sueños actuales y nuestros deseos. Y es que de eso se trata la vida, de irnos transformando con los nuevos retos y problemas, construyendo nuevos modelos de personalidad, donde aprovechemos los mejores recursos que tenemos y dejemos viejos patrones que ya no sirven en el camino.

Bibliografía

  • Erazo, Rodrigo (2005) La depresión en el contexto de la medicina. Tomado de: http://www.clc.cl/clcprod/media/contenidos/pdf/MED_16_1/LaDepresionEnElContextoDeLaMedicina.pdf
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  • https://es.m.wikipedia.org/wiki/Pepe_Le_Pew.

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Escrito por

Andrés Morales Angel

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