Conectar con nosotros mismos, un primer paso para el bienestar emocional

La reflexión que propongo implica dar un paso más atrás y preguntarnos qué presuposiciones estamos haciendo cuando hablamos de vida laboral, vida personal y la importancia de separarlas.

6 NOV 2018 · Lectura: min.
Conectar con nosotros mismos, un primer paso para el bienestar emocional

Cuando nos preguntamos por qué es importante separar la vida personal de la vida laboral, en el fondo indagamos sobre cómo cultivar un estado de bienestar más pleno que no se vea afectado por las circunstancias o aspectos de nuestra vida.

El mundo agitado en el que nos encontramos nos lleva en una dinámica donde el hacer se transforma en sinónimo de vivir y existir. Hoy nuestra vida laboral abarca la mayor parte de nuestro tiempo. A través de ella desarrollarmos potencialidades, expectativas y sueños; sin embargo, paradójicamente es también el área de nuestra vida que con mayor frecuencia nos enferma. Por decirlo de algún modo: cuanto mas invertimos en ella, más termina socavándonos. En la vida acelerada que llevamos nos cuesta detenernos, mirar qué nos ocurre, volver a sentir nuestra respiración, olvidamos de nuestro cuerpo, no notamos si nuestra espalda ésta tensa o nuestros ojos están cansados. Nuestra actual sociedad, además, promueve y valora desarrollamos hacia fuera.

Nos encontramos más ocupados o preocupados que dándonos cuenta de lo que nos está ocurriendo, de cómo trascurre la vida. El espacio para la vida familiar a menudo queda relegado, el cansancio nos impide que le brindemos lo mejor de nosotros, y en muchas ocasiones termina también lesionada, aumentando así nuestra fuente de estrés y sufrimiento.

Al parecer hemos perdido la noción de nuestros ritmos, no sabemos cuándo detenernos, cuándo darnos espacio para la quietud y el equilibrio. Es posible que muchos de nosotros podamos identificar un particular estado de ansiedad y apuro desde el cual a veces hacemos las cosas. En el plano más cotidiano, cuando nuestra agenda está rebosada de actividades, entramos en una relación de tensión con el tiempo, como si estuviéramos corriendo contra él. De este modo, nuestra vida se vuelve una tensión permanente que nos impide darle el lugar a lo que en realidad nos importa, dificultándonos poner en balance las diferentes áreas de nuestra vida.

En este sentido, se hace evidente que necesitamos entrar en resonancia con ese ritmo que muchas veces subyace a las capas agitadas de nuestra mente ocupada, conectándonos amablemente con esa inteligencia natural que nos permite darle su lugar a cada cosa y disfrutar de su presencia.

Hemos aprendido que el bienestar está fuera de nosotros mismos; en lo que obtenemos y tenemos. Este aprendizaje ha traído como resultado una profunda desconexión de nuestras fuentes internas de calma y bienestar, que son unas verdaderas extrañas, a la hora de buscar descanso y balance. Estamos en constante movimiento y detenernos nos aterra, nos aburrimos, nos impacientamos y saltamos rápidamente a la actividad compulsiva.

Por eso creo que no se trata de separar la vida laboral de la vida familiar, pues si tenemos la misma mente agitada y adicta a la actividad, no habrá ninguna diferencia estando en casa o en el trabajo.

El verdadero bienestar transita por detenerse, mirar amablemente nuestros patrones de desgaste, desconexión, exigencia. Implica detenerse para estar presentes en la actividad en la que nos encontremos.

Es no forzar y por lo tanto no esforzarnos más allá de nuestros límites y ritmos naturales; es conocer cuáles son esos límites y ritmos propios, respetarlos sin juzgarnos por no poder ir más rápido, por no haberlo hecho mejor o por no haber aprendido lo suficiente. Cuando lo importante en lugar de lo urgente guía nuestra vida, nuestra capacidad de priorizar se afina, nuestro discernimiento se hace más claro y la escucha se agudiza dando paso a ritmo que necesitamos, al balance generativo, al bienestar que tanto anhelamos.

shutterstock-296963021.jpg

¿Cómo se relaciona el bienestar emocional con el tiempo invertido en descanso íntimo y vida social / familiar?

La mayor parte del tiempo habitamos un estado de alejamiento de nosotros mismos, salimos rápido de casa, comemos rápido, hablamos rápido por teléfono, ni siquiera notamos nuestra respiración, ni hablar de cepillarnos los dientes y ducharnos, se vuelven estos actos mecánicos. Paradójicamente, mientras más rápido andamos, más cosas quedan por hacer. Quien vive la vida haciendo un sinnúmero de tareas a gran velocidad, parece acelerarse para obtener más tiempo libre, pero en la práctica ocurre lo contrario, aparecen nuevas tareas y actividades que demandan más y más velocidad.

El vivir con rapidez no garantiza que las cosas se alcancen, al contrario, al multiplicarse las tareas el objetivo se distancia más.

Podemos sentirnos cansados y desanimados, pero lo que más nos liquida no es el cansancio físico, sino el no darnos cuenta de este letargo, de vivir en piloto automático, sin darnos cuenta de que continuamos funcionando a pesar de éste. Poder darnos cuenta del cansancio que tenemos acumulado es un pequeño gesto que ya nos ayuda a recomponernos. Basta una breve caminata, o recostarnos cinco minutos, o percibir nuestra respiración por un par de minutos para que volvamos a sentir nuestro hogar.

La práctica de volver al propio hogar es un cambio que busca reconocer las genuinas necesidades, más que a los 'satisfactores' inventados por el marketing. Desde esta práctica de volver al hogar cuidamos y cultivamos estados internos de quietud, silencio y calma que nos permiten relacionarnos con las diferentes situaciones o circunstancias de nuestra vida de modos más saludables. Por ejemplo, se puede observar el cansancio, y notar que el cansancio al igual que cualquier otro estado, aparece, se desarrolla y se acaba, no es eterno, no estamos cansados todo el tiempo, podemos creer o incluso decir que lo estamos, pero el cansancio como todo estado psicofísico tiene fluctuaciones a lo largo del día aunque no siempre lo percibamos. Con más o menos lentitud, al volver al hogar de nosotros mismos vamos tomando contacto con los elementos que nos nutren y revitalizan, nuestra capacidad de establecer relaciones afectuosas, de dar una caminata consciente, de disfrutar una comida.

Retornar al hogar de nosotros mismos significa reducir aquella complejidad que nos entrampa innecesariamente y nos acerca a estar en contacto con nuestras genuinas prioridades.

El volver al hogar de nosotros mismos encierra una tremenda paradoja: está tan cerca, pero al mismo tiempo tan lejos, todo porque seguimos orientados hacia afuera. Siempre podemos acceder a este espacio, pero pareciera ser difícil hallarlo.

Volver al hogar implica un compromiso consigo mismo, una toma de consciencia que permita cambios fluidos sin desgastes, implica la consciencia que nos ayuda a transitar el camino de cultivar la quietud, la presencia y sencillez de la vida junto a quienes amamos.

shutterstock-96137972.jpg

¿Por qué los dispositivos electrónicos (celulares, computadoras, tablets) nos pueden causar fatiga mental?

Todo aquello que funciona en nuestra vida de forma automatizada nos desconecta de nosotros mismos y nos produce fatiga, cansancio y estrés. Nada es malo en sí mismo, nuestros modos de relacionarnos con las cosas, el valor y significado que le atribuimos termina definiendo lo beneficioso o perjudicial que pueden ser. Detenernos y volver a mirar conscientemente cómo nos relacionamos con lo que nos rodea, particularmente con las actividades que usamos para distraernos, nos ayuda a tomar responsabilidad de nuestros patrones dañinos, evitativos, e incluso adictivos. Nos abre además la posibilidad de conectarnos con lo natural y profundamente simple.

Simple no es sinónimo de fácil ni de simplista.

La simpleza profunda implica una actitud de aceptación ante lo importante, de reconocer dónde estamos y de comenzar a dejar de lado lo accesorio o innecesario.

Lo profundamente simple es claro, espacioso, consciente, natural y por supuesto presente. Lo profundamente simple nos deja la sensación de libertad, nos invita a conectarnos con la belleza natural de la vida, y contrario a lo que se pudiera suponer, desde lo simple dejamos de aislanos de los demás, dejemos de ponernos barreras o pretextos para establecer un vínculo genuino con el otro.

Cuanto más conectados, conscientes y presentes estemos con nosotros mismos, nuestro discernimiento y sabiduría natural más disponibles estarán para dejar surgir la espontaneidad que nos permite vivir la vida que acontece en cada momento en los diferentes escenarios. Nos permitirá también cultivar el ritmo que nuestra vida necesita, dando lugar a la promoción del bienestar humano, el cual se entiende como vivir en el propio balance. Dará además lugar al autocuidado asignándole una importancia capital a saber quiénes somos, conduciéndonos a un profundo autoconocimiento que nos prepara para desplegar el potencial completo del que disponemos y desarrollar una profunda autoconfianza. Esta confianza se fundamenta en el conocimiento de la identidad verdadera, la identidad esencial, el Ser y, representa un camino para expresar nuestro aporte único e irrepetible.

¿Quieres seguir leyendo?

¡Muy fácil! Accede gratis a todos los contenidos de nuestra plataforma con artículos escritos por profesionales de la psicología.

Al continuar con Google, aceptas nuestras Condiciones de uso y Política de Protección de Datos


PUBLICIDAD

Escrito por

Bianca Camacho Sandoval

Ver perfil
Deja tu comentario

PUBLICIDAD

últimos artículos sobre estrés

PUBLICIDAD